Casi 3 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años están siendo llamados a votar en toda España. Representan el 8% del total del censo, compuesto por poco más de 37 millones de electores. No todos ingresan hoy a las urnas: algunos ya tenían 18 años en la reunión de noviembre hace cuatro años.
Es el caso de los tres jóvenes que ilustran este reportaje, con los que hablamos entonces, cuando debutaban en el partido de la democracia. Lo hacemos de nuevo ahora, para ver cómo ha cambiado su percepción durante este tiempo.
El IEC asegura que es en este grupo de edad donde encontramos la mayor proporción de abstemios e indecisos. Una encuesta reciente indica que solo el 58,6% de todas estas personas dice que definitivamente votará, el porcentaje más bajo entre todos los grupos de edad y 15 puntos por debajo de la población total (74,6%). Además, el 22,8% de estos jóvenes aún no sabe a qué partido votará.
Esta es una generación para quienes la democracia es un sistema que nunca ha sido cuestionado, aunque saben bien lo que es vivir en tiempos convulsos. Estaban dando sus primeros pasos en la escuela cuando el terrorismo islamista azotó España el 11 de marzo de 2004. Sufrieron las consecuencias de la grave crisis económica de 2008.
Han convivido con el conflicto que se ha apoderado de Cataluña en los últimos años. Sufrieron una pandemia mundial que se cobró miles de vidas y los encerraron en sus casas durante meses. Son testigos de una guerra en el corazón de Europa… Y en el panorama político interno no conocen otro panorama que el de la confrontación y el bloqueo que ha llevado la convivencia en este país a límites insospechados.
El informe “Juventud, Internet y Democracia” de la Fundación Felipe González señala que la clave de la desafección política de los jóvenes es que pertenecen a una generación con más oportunidades pero con peores expectativas. Así lo corrobora el Consejo de la Juventud de España, que dice que la generación nacida en la década de 2000 tiene las peores perspectivas desde la década de 1960.
Y añade que otro de los motivos de la desafección política es que los jóvenes son tildados de “débiles” o de la “generación de cristal”. Aunque también avanza como temas que estos votantes tendrán en cuenta la lucha contra la crisis climática o la salud mental.
Son preguntas que, de hecho, preocupan a nuestros tres representantes de esta generación que piden un paso porque sienten que, a pesar de todo, tienen mucho que decir.
Jorge Moya
“Ha habido un retorno al bipartidismo”
Jorge Moya es uno de esos jóvenes que debutaron en el Partido Demócrata en las elecciones generales de noviembre de 2019. Había alcanzado la mayoría de edad un mes antes, el 15 de octubre. Luego se sintió emocionado, “porque por fin podría aportar algo, decidir y expresar quién quiero que gobierne los próximos cuatro años, ya que hasta ahora solo ha sufrido sin tener la posibilidad de contribuir a su elección”.
Sin embargo, admitió que a solo unos días de las elecciones, no estaba seguro por quién votaría. Está más claro esta vez. “Creo que he madurado en comparación con hace cuatro años. Tengo un trabajo, lo que lleva a ver la vida de otra manera, y si en ese entonces me hacía mucha ilusión votar porque era algo nuevo, ahora siento una gran responsabilidad y me parece que es muy importante hacerlo.
Indagué sobre lo que proponen los partidos, sobre los candidatos, y tengo las cosas mucho más claras”.
Sin embargo, Jorge no tiene mucha confianza en los políticos –o al menos en estos políticos–: “El ambiente es muy tenso y no tengo mucha confianza en que encuentren una solución. Parece que quieren vender una imagen y usar mucha palabrería, aunque no terminan de decir sí o no. Creo que están más pendientes de mantener o ganar el poder y de mantener sus posiciones que de los problemas reales de la gente.
Cree que estas elecciones vienen con un cambio significativo respecto a las de 2019. “Esta vez todo se ha polarizado mucho y ha habido, quizás por el voto útil, una vuelta al bipartidismo. O es rojo o es azul.
Te hace más fácil a la hora de decidir tu voto, pero por otro lado, creo que es peor para la democracia, porque cuantos más partidos y puntos de vista diferentes haya en el Congreso, mejor, porque representan a una mayor parte de los ciudadanos.
Frente a esa especie de letanía que repite que los jóvenes son vagos, Jorge ve a sus compañeros como “motivados”. De hecho, en mi grupo de amigos la mayoría tenemos claro que vamos a votar ya quién lo vamos a hacer”.
Particularmente preocupado por la educación y el empleo, cree que en el drama de la violencia de género “vamos a mejor”. Cuando se le preguntó qué le pediría al nuevo gobierno, respondió “que paguemos menos impuestos y que sigan las políticas de ayuda a la juventud, que se preocupen por las personas más vulnerables, los trabajadores que tienen trabajos precarios y los ancianos”.
Concluye enfatizando la responsabilidad de votar y anima a todos a hacerlo. “Hay que votar. Este es el poder que tenemos los ciudadanos”.
Nuria Jiménez
“Las conquistas sociales que son caras están en peligro”
Núria Jiménez creía en 2019 que poder votar “es una morena, porque no me siento representada por el panorama político y los líderes de los principales partidos”. Bueno, cuatro años después, sigue pensando lo mismo.
“Estoy muy decepcionado con el panorama político. Soy de izquierda, pero ningún partido me representa”. Sin embargo, está convencido de que votará. “Y esta vez con más conciencia todavía, ya que el ascenso de la extrema derecha ha puesto en peligro muchos logros sociales que nos han costado muy caro, sobre todo en el campo del feminismo, pero también en el de los derechos humanos en general, y soy consciente de que los que van a votar seguro son precisamente los que nos quieren quitar estos derechos”.
Agrega que la situación es preocupante, “pero no veo mucha acción. El pueblo tiene el poder, pero no sé por qué no lo ejerce.
En este sentido, afirma que “muchos jóvenes no van a votar porque, como yo, no se sienten representados y pueden llegar a pensar que no merece la pena. Pero sí, por supuesto que vale la pena. Tengo un poco de miedo, pero una parte de mí confía y espera que los jóvenes –y los que no lo son tanto– reaccionen, que se den cuenta de la importancia de su voto.
Núria se siente más responsable que cuando votó por primera vez. “Ya lo sentía entonces, pero ahora es mucho más”, dice, “porque tenemos que hacer algo”.
Entre los temas que más le preocupan también cita “el ecologismo, que ocupa un lugar muy importante en mi vida, ya que soy vegetariana por principio desde hace más de cinco años. El calentamiento global está aquí, pero el mundo es muy complicado. Veo que a los gobernantes no les preocupa mucho este problema, que merece mucha más atención y que no se soluciona poniendo una plantita en la terraza. No estaba tan presente hace cuatro años. La crisis migratoria también es un problema grave que hay que solucionar, porque estamos hablando de seres humanos que tienen derechos. Y, por supuesto, los problemas que más aquejan a los jóvenes: la dificultad para acceder a una vivienda digna y la imposibilidad de encontrar un trabajo digno. Y claro –subraya– me preocupa la pérdida de derechos que podríamos sufrir”.
Así, cuando le preguntan qué le pediría al nuevo gobierno, suspira y responde: “Que nos escuche de una vez y que no haga estupideces, porque cuando siente el poder, está ciego”. Centra la cabeza y pone los pies en la tierra y se preocupa por encontrar soluciones a los problemas reales de las personas. Quiero poder abortar si siento la necesidad, tener salud pública y educación de calidad para todos y no tan mercantilizados. Tal vez hace cuatro años no estaba tan consciente de todo esto, pero pasar por la universidad me abrió los ojos y me hizo madurar.
ana saldaña
“La normalización de la extrema derecha me hace miedo”
También cambió la percepción del mundo para Ane Saldaña. “Salir de la burbuja, estudiar y vivir fuera de casa y pasar por una pandemia son cosas que te hacen hacer muchas preguntas”.
Uno de los que más le preocupa, y precisamente ligado a las secuelas que nos ha dejado la pandemia, es el de la salud mental de los jóvenes. “Ahora somos más conscientes de este grave problema y somos más conscientes. Siento que se ha avanzado, aunque todavía queda mucho por hacer”.
Tampoco se siente representada por ningún partido y siente que ahora está más confundida que antes. Tengo claro por quién voy a votar, pero lo estoy pensando más; ya no hay tantas ilusiones, cada vez es más justa la responsabilidad”. Pero eso sí, asegura categóricamente que votará.
“Primero, porque los extremistas siempre votan y no podemos darnos el lujo de dejar el país en sus manos. Y luego, porque somos muy afortunados de poder hacerlo, y debemos aprovechar este derecho y ejercerlo en nombre de todas las personas del mundo que no tienen esta posibilidad”. En este sentido, Ane dice que “cada vez que me encuentro con personas de estratos sociales más altos y, aunque muchos ya tienen una opinión, otras personas, generalmente más vulnerables, muestran más desinterés, lo cual puedo entender porque tienen otras prioridades, pero me da tristeza, porque también está en juego su bienestar”.
Tiene miedo “por el auge de la extrema derecha y la pérdida de derechos que eso puede suponer. De hecho, ya lo podemos ver con la censura que imponen donde gobiernan. Da mucho miedo. No entiendo que se normalice su presencia en el Congreso y en todos lados. Lo hemos aceptado como algo normal y eso me asusta.
Espera que el Gobierno luche “con determinación contra la violencia de género y proteja los derechos del colectivo LGTBI, mejore la educación y, sobre todo, la salud pública y dé más importancia al medio ambiente”. También, como joven, hacer políticas que faciliten la emancipación y el acceso a la vivienda y al trabajo digno y de calidad. Y ser más humanitario con los inmigrantes. También debemos votar por ellos y por sus derechos como seres humanos, para reducir las desigualdades. En fin -concluye- que invierte tiempo y energía en solucionar los problemas reales de la gente en lugar de discutir tanto con los otros partidos.
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